lunes, 22 de diciembre de 2014

Donbass y la Operación Krajina

Casi las únicas personas que quedan 

son los muertos y los que se están muriendo

El pasado 19 de septiembre, la web Jamestown.org publicaba un artículo de Aleksandr Stepanchenko en el Eurasia Daily Monitor (Croatia’s Retaking of Serbska Krajina During Yugoslav War: An Example for Liberating Ukrainian Donbas?). El artículo analiza la posible aplicación de la solución Krajina al conflicto del Donbass, tomando como punto de partida unas reflexiones de Yuri Lutsenko.
Bajo el título de Un nuevo comienzo, este asesor de Petro Poroshenko presentaba el 7 de septiembre en su página de Facebook lo que podría definirse como un programa estratégico para la recuperación del Donbass. Después de señalar que Ucrania necesita ahora tiempo para modernizar a sus Fuerzas Armadas, se refiere expresamente a la Krajina serbia en los siguientes términos:

Es probable que una tormenta patriótica permita tomar las ciudades de Donetsk y de Lugansk. Pero la lucha callejera se llevaría decenas de miles de vidas de los mejores de nosotros. Y provocaría el completo colapso de una economía que ya está casi muerta.
Tiene más sentido hacerlo de otra manera, cuando tengamos una economía y un ejército más fuertes.
Un ejemplo es Croacia. Después de la captura por el Ejército Yugoslavo de Vukovar, donde miles de defensores de la independencia murieron heroicamente, los croatas se vieron obligados a aceptar la existencia de la Krajina serbia. Durante los tres años en los que se toleró esta realidad, se desarrolló la economía y el ejército. Y luego, en unas pocas horas, el ataque de los tanques expulsó a los separatistas de su país.
Según Lutsenko, el ingreso en la OTAN, el refuerzo de las posiciones militares en la frontera de Donbass y un nuevo Plan Marshall para Ucrania, con inversiones masivas por parte de las principales potencias occidentales y de China, serían las medidas necesarias para su plan de recuperación de las regiones de Donetsk y Lugansk.
La referencia para este plan parece ser lo sucedido en la antigua Croacia yugoslava a primeros de los años 90. Tras la declaración de los serbios de Croacia de Soberanía y Autonomía del Pueblo Serbio en julio de 1990, en agosto de aquel año los serbios de Krajina organizan un referéndum de ratificación del proceso de autonomía. En virtud del mismo, el 21 de diciembre se establece una entidad autónoma, el Distrito Serbio Autónomo de Krajina (SAO Krajina). Al día siguiente, Croacia adopta su nueva Constitución, convirtiendo a los serbios de pueblo constituyente de la comunidad política croata a mera minoría política.
El 28 de febrero de 1991, la SAO Krajina decide separarse de Croacia, aprobando el día 1 de abril una resolución de incorporación a Serbia, reconociendo sus leyes y su Constitución. Croacia, por su parte, proclama su independencia de Yugoslavia el 25 de junio de 1991, intentando a continuación recuperar los territorios ajenos a su control.
En su ofensiva contra las posiciones serbias, las débiles fuerzas armadas croatas se muestran incapaces de imponerse en los territorios de mayoría serbia. Apoyándose en la protección que le brinda el Ejército de Yugoslavia, los serbios de Croacia consolidan su poder en la zona oriental de Croacia. Esta realidad se concreta, el 19 de diciembre de 1991, en el establecimiento de la República Serbia de Krajina (RSK), una entidad con vocación de constituirse en Estado independiente. En febrero de 1992 las regiones autoproclamadas autónomas del área de Eslavonia, en el noroeste de Croacia, se incorporan también a la RSK.
A pesar de los ocasionales episodios violentos entre serbios y croatas, diferentes procesos de alto el fuego acordados entre 1991 y 1994 permiten sobrevivir a la RSK hasta 1995. Ningún Estado occidental nunca reconocería a esta República como Estado independiente.
Tras reforzarse política, económica y militarmente, en agosto de 1995, el Ejército de Croacia pone en marcha la llamada Operación Tormenta contra las fuerzas de la RSK (Operación Krajina de aquí en adelante, Ed.). Los preparativos de esta operación se inician a partir de finales de 1994, coincidiendo con la llegada a Croacia de la agencia militar privada estadounidense Military Professional Resources Incorporated (MPRI).
En el verano de 1995, Tudjman moviliza a su ejército, con una fuerza operativa compuesta por unos 150.000 militares, apoyada por un Cuerpo del Ejército musulmán de Bosnia. Esta fuerza supera en alrededor de seis veces los efectivos del Ejército de la RSK, un ejército que por entonces ya sabía que no podría contar con medios propios o exteriores suficientes para defenderse del ataque. Lejos de movilizar a los reservistas, los esfuerzos de la RSK se centran en facilitar la evacuación de su población hacia Serbia.
DSC_4033En uno de los más llamativos ejemplos de guerra relámpago en la segunda mitad del siglo XX, la acción del Ejército croata acabó con la existencia de la RSK en unos pocos días. La Operación Krajina se desarrolló entre el 4 y el 9 de agosto, limitándose el combate más persistente a los cuatro días de asedio a la capital, Knin. En el momento de la caída de la ciudad, la mayor parte del ejército serbio de Krajina había tomado el camino de la retirada en dirección a Serbia, acompañado por la mayor parte de la población local. La operación relámpago causó unas 750 bajas entre las fuerzas de la RSK y alrededor de 200 entre las fuerzas croatas.
La operación militar que parece plantear en su programa el asesor Lutsenko debe ser considerada como un posible escenario de futuro para el Donbass. Por una parte, es poco probable que la aceptación de medidas de alto el fuego, o incluso de acuerdos marco para resolver el conflicto como el Protocolo de Minsk, reflejen una voluntad sincera por parte de las autoridades ucranianas para encontrar soluciones a las demandas de los líderes de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk y de la población local de esos territorios. Puede que simplemente se trate de evitar nuevas pérdidas militares, reagruparse y rearmarse a la espera de la ofensiva final que termine con la recuperación de los territorios perdidos.
Por otra parte, es evidente que las fuerzas militares de las repúblicas de Donbass, con un número de miembros similar a las del ejército de la antigua RSK, difícilmente podrían hacer frente por si solas, en especial en un contexto económico desastroso como el que se perfila en las circunstancias actuales, a fuerzas tan numerosas y especializadas como las movilizadas por Croacia en 1995. Aunque Ucrania no está en condiciones de movilizar en el corto o medio plazo un ejército operativo similar al croata de mediados de 1995, tal y como señala Stepanchenko, eso no so significa que no pueda hacerlo en los próximos años.
Resulta de interés por tanto, para quienes desean un escenario de paz y de independencia o de amplia autonomía para los habitantes del Donbass, señalar las circunstancias que hicieron posible la Operación Krajina.
La primera de esas circunstancias se relaciona con la consolidación de unas Fuerzas Armadas dignas de tal nombre, suficientemente dotadas en personal, adecuadamente organizadas, disciplinadas y bien equipadas. La formación ofrecida por el MPRI y el apoyo económico con el que contó Croacia en el mundo occidental, en particular desde Alemania, son algunos de los factores que resultaron decisivos para la  creación del nuevo ejército croata. El apoyo de la OTAN y el compromiso de Estados Unidos en materia militar indican que este escenario de reorganización militar puede pronto evolucionar a favor de las aspiraciones de Ucrania.
Un segundo elemento que hizo posible la operación croata fue la neutralización de la capacidad de respuesta de la República de Krajina. En esta cuestión tuvo importancia decisiva el fomento de las tensiones entre la RSK y la Serbia de Milosevic. Milosevic se enfrentaba por entonces a distintos frentes conflictivos, tanto en Kosovo como en Bosnia, teniendo además que hacer frente a una situación económica cada vez más difícil en el interior de Serbia. La estrategia de acercamiento a los países occidentales que culminó en los acuerdos de Dayton, con el reconocimiento de la República Srspka en Bosnia, tuvo algunas contrapartidas como la falta de un apoyo militar más decidido a la RSK. Las distintas medidas adoptadas por los Estados occidentales para neutralizar al máximo la capacidad operativa externa del Ejército yugoslavo y de la propia Serbia también contribuyeron a limitar su capacidad de intervención.
También en este punto resultan evidentes los paralelismos con la actual situación en Ucrania. Las sanciones contra Rusia, enmarcadas en una estrategia más amplia de debilitamiento de las bases económicas de ese país, indican que su compromiso con Donbass puede resultar cada vez más costoso para la Federación liderada por Vladimir Putin.
El tercer aspecto a destacar es que la Operación Krajina del Ejército croata, como posteriormente la declaración de independencia de Kosovo, necesitó de la colaboración de las potencias occidentales, una colaboración que tuvo que ampliarse a los propios preparativos de la intervención.
gotovinaUn hecho decisivo es que la aprobación de la intervención implicaba liquidar de facto todos los procesos previos de negociaciones y acuerdos para un marco pactado de resolución del conflicto. En el caso de la Krajina serbia se trataba del Plan Z-4, con una amplia autonomía para la zona y que los dirigentes de la RSK habían terminado por aceptar. Después de negociaciones que se mantienen a lo largo de 1995 entre el gobierno de la RSK y Croacia, el 3 de agosto, sólo un día antes del inicio de la operación croata, Milan Babic se comprometía con claridad con el mencionado Plan. El día 4, Raymond Bonner, en el New York Times señalaba que el ataque seguía en apenas algunas horas lo que el Embajador de EEUU en Croacia, Peter Galbraith, aseguraba eran decisivas concesiones por parte del líder de la RSK. Se trataba de la aceptación de este Plan que implicaba la reintegración de una Krajina autónoma al nuevo Estado de Croacia (Croatian Army Begins Attack on Rebel Serbs).
Por esa razón, aunque resulten insuficientes, las posibilidades abiertas en Minsk pueden constituir las únicas oportunidades reales que se ofrecen a las Repúblicas de Donetsk y Lugansk para participar del proceso de configuración de las instituciones políticas que determinarán en el futuro la vida de sus habitantes. La renuncia al acuerdo es la condición básica, de hecho, para que el modelo Krajina de completa liquidación política del enemigo resulte posible. Como volvería a demostrar pocos años después el proceso de Kosovo, el escenario buscado para infligir la máxima derrota a la minoría perdedora pasa necesariamente por que esta rechace una salida negociada.
Aunque  no es ese su propósito, el programa de Lutsenko ofrece algunas pistas respecto a las claves de un contraprograma para que las áreas rebeldes tengan al menos una oportunidad de participar el diseño futuro de la comunidad política que surgirá del actual conflicto. El principal reto se relaciona con la necesidad de asegurar un funcionamiento político autónomo estable y legítimo así como un marco económico viable que permita garantizar una mínima calidad de vida a la población del Donbass.
La consolidación del marco señalado será inviable si Ucrania consigue limitar, en lo político, la colaboración de las instituciones del Donbass con las de la Federación Rusa; y, en lo económico, el libre movimiento de personas y mercancías con Rusia. Al menos hasta que consiga un acuerdo aceptable con Ucrania, un Donbass viable necesita de un decidido apoyo político de Rusia y de una participación en su mercado económico.
El control de las fronteras por parte de Ucrania y la completa degradación de las condiciones de vida en las áreas de Donetsk y Lugansk son, por tanto, las precondiciones básicas del programa en el que piensa Lutsenko para hacer factible la solución Krajina. El escenario que perfila, de cara a la reintegración del Donbass al destino ucraniano común, implica el contraste esperado entre la mejora económica que su Plan Marshall traería a Ucrania y la degradación económica de Donetsk y Lugansk. El ataque al rublo y a la economía rusa forma probablemente parte de este escenario ideal en el que una Rusia económicamente hundida no podría ofrecer apoyo económico suficiente a las Repúblicas populares del este de Ucrania.
DSC_4060La perversidad del escenario Krajina debe ser denunciada porque implica una vulneración esencial de los derechos básicos de la población. En la dimensión humana, la Operación Krajina no puede en ningún caso ser considerada como la manifestación más heroica de la lucha de Croacia por su independencia. Al contrario, es la principal expresión de su decisión consciente de expulsar al pueblo serbio del proceso constituyente en Croacia, relegándolo al papel de minoría política sin derecho a una autonomía política territorial. Esta decisión de exclusión política vino además acompañada de la destrucción completa de muchas áreas de la Krajina serbia y del desplazamiento forzado de la mayor parte de su población. De la crueldad de la operación militar croata da cuenta la declaración del portavoz de la ONU en Knin, el Mayor canadiense Alan Balfour. En referencia al éxodo serbio de la Krajina, señala: “Casi las únicas personas que quedan son los muertos y los que se están muriendo”.
En su diseño y ejecución, la intervención croata en la Krajina siguió en buena medida el modelo de intervención militar que las autoridades dictatoriales de algunos Estados sudamericanos siguieron algunos años antes, en particular en Guatemala o en El Salvador, a su vez inspirados en la experiencia de la intervención occidental en Vietnam y en Argelia. No es casualidad que personajes decisivos en los acontecimientos de la antigua Yugoslavia participaran en los años 80 de estos procesos de represión contra los movimientos rebeldes en América Latina.
Por todas las razones señaladas, es una obligación moral contribuir a evitar que el Donbass se convierta en una nueva Krajina en Europa.

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