miércoles, 29 de octubre de 2014

El capitalismo y el estado español son la corrupción

El estado capitalista es la corrupción personificada. Todas las instituciones burguesas están corrompidas hasta el tuétano como los hechos nos muestran, un día sí y otro también, donde cada día que pasa salen a la luz nuevos casos de corrupción, existiendo una multitud todavía ocultos.

Y es que en el capitalismo, ya fuera floreciente o ya sea en su fase putrefacta actual, la corrupción es una de las formas de proceder que emplea la burguesía para enriquecerse y para dominar a las clases populares. Y es por ello que compran al
peso a los políticos capitalistas, a dirigentes sindicales, etcétera. Pero la corrupción no sólo es económica, la burguesía invierte una pequeña parte de los gigantescos beneficios fruto de la explotación asalariada en corromper las mentes del pueblo trabajador utilizando la literatura, los medios de comunicación de masas, a falsos intelectuales prostituidos al capital, estimulando el parasitismo, la ley del mínimo esfuerzo, la amoralidad, la crueldad y tratando de mostrarle al Pueblo que la corrupción es inherente al género humano ocultándole la realidad, que es una estrategia de la burguesía para garantizar y perpetuar su dominio.

Todos los partidos del sistema capitalista – desde la ‘izquierda’ hasta la derecha - están corrompidos porque son instrumentos creados y estimulados por los capitalistas para dividir y engañar al Pueblo, son instrumentos que sirven para negar por completo la participación política del proletariado, para dividirlo, y para garantizar el pleno dominio del burgués donde los Partidos, y sus representantes, son unos vendidos cuya función es traicionar al Pueblo, y enriquecer a sus amos – la burguesía – y a ellos mismos a costa de la pobreza extrema del pueblo al que, hipócritamente, dicen representar. Esta es la esencia del parasitismo.

“Cuando la Revolución Francesa hubo realizado esa sociedad y ese Estado de la Razón, las nuevas instituciones por racionales que fueran en comparación con la situación anterior, no resultaron en modo alguno razonables en sentido absoluto. El Estado de la Razón acabó en un atasco. El contrato social roussoniano había tenido su realización en el período del Terror, del cual escapó la burguesía, extraviada en su propia capacitación política, para refugiarse primero en la corrupción del Directorio, y luego bajo la protección del despotismo napoleónico. La paz eterna prometida se transmutó en una inacabable guerra de conquista. No habían ido mejor las cosas en la sociedad de la Razón. La contraposición entre pobre y rico, en vez de disolverse en el bienestar general, se había agudizado por la eliminación de los privilegios, gremiales y de otro tipo, que solían tender un puente por encima de ella, así como por la desaparición de las instituciones benéficas eclesiásticas que la suavizaban. El desarrollo de la industria sobre bases capitalistas hizo de la pobreza y la miseria de las masas trabajadoras una condición general de existencia de toda la sociedad. De año en año aumentó el número de delitos. Mientras que los vicios feudales antes abiertamente manifiestos a la luz del día pasaban a segundo término, aunque sin ser ciertamente suprimidos, los vicios burgueses hasta entonces cultivados en el secreto florecieron tanto más exuberantemente. La “fraternidad” de la divisa revolucionaria se realizó en los pinchazos y en la envidia de la lucha de la competencia. En lugar de la opresión violenta apareció la corrupción, y en el del puñal como primera palanca social del poder se impuso el dinero. El derecho de pernada, ius primae noctis, pasó de los señores feudales a los fabricantes burgueses (...)”. Engels muestra en este pasaje de AntiDühring como la corrupción, el engaño son inherentes al sistema capitalista desde su nacimiento.

Con el desarrollo del capitalismo, con la muerte de la ‘libre competencia’ y la venida al mundo del capitalismo monopolista, la corrupción se hace todavía más esencial para la burguesía. “El imperialismo, que significa el reparto del mundo (...) implica ganancias monopolistas elevadas para un puñado de países, los más ricos, crea la posibilidad económica de la corrupción de las capas superiores del proletariado y con ello nutre, da forma, refuerza al oportunismo.”. Tanto Engels, como Lenin, nos enseñan que la corrupción es inherente al capitalismo – ya sea ascensional o putrefacto – sino que Lenin, además, nos advierte de que la manifestación principal de la corrupción es el oportunismo y, en consecuencia, en la corrupción ideológica del proletariado.

El Estado español está tan corrompido que la burguesía no puede tapar ya el hediondo olor que emana su instrumento de dominio político. La burguesía sólo puede salir de esta situación reforzando, tal y como decía Lenin, al oportunismo. Reforzando a aquéllos que no cuestionan el sistema económico capitalista, ni al estado burgués, que ocultan al pueblo que la raíz de los problemas que le acucia está en el sistema capitalista y que ubican el problema en la gestión corrupta del capitalismo y no en el sistema en sí. La realidad es que los males de la clase trabajadora – el paro, la precariedad, los desahucios, la explotación, la corrupción, la represión, la guerra, etcétera – hunden sus raíces en el sistema económico y en la superestructura que éste eleva, su estado.

La burguesía, consciente de que el sistema de corrupción que tejió tras la muerte del criminal Franco ya no se sostiene por ningún lado, se halla inmersa en una campaña de maquillaje de su estado y de reflotamiento de un ‘nuevo’ oportunismo, donde lo que únicamente son nuevas son algunas caras pues su esencia práctica, y su ideología, se resumen en el reformismo y el legalismo así como en la conciliación entre el proletariado y la burguesía. Y es que el problema no es la casta sino la burguesía, el problema no es la corrupción sino el capitalismo que es el que crea la corrupción. La burguesía está sacando a la luz parte de toda la basura hecha por ella en estos últimos 40 años - que no son más que los hechos de las criaturas creadas por el franquismo tras la transición, otro ejemplo de corrupción política -, porque está lanzando la última creación para mantener su sistema, para desviar a los trabajadores de su misión histórica de romper al capitalismo, que no es otra que PODEMOS, su último juguete para encauzar la frustración de los trabajadores, ante los efectos de sus medidas para resolver la crisis, y para mantener incólumes la base económica así como la hegemonía ideológica de la burguesía. Para acabar con la corrupción y para acabar con todos los males que padece el proletariado, la clase trabajadora únicamente tiene una salida: acabar con todo el régimen burgués, acabar con la propiedad privada de los medios de producción y construir el Socialismo imponiendo la democracia de la mayoría trabajadora, o lo que es lo mismo, la dictadura del Proletariado.

El Partido Comunista Obrero Español seguirá multiplicando sus esfuerzos por organizar revolucionariamente a los trabajadores en los tajos, en elevar la lucha sindical en lucha política y hacer que ésta primera confluya en la segunda, en unir las luchas dispersas en una única lucha de clases contra la burguesía y su estado capitalista; en definitiva, en desarrollar el Frente Único del Pueblo y en unir a los trabajadores y sus órganos de representación unitarios en la Asamblea de Comités, Delegados y Trabajadores. Por último, el Comité Ejecutivo del Partido Comunista Obrero Español hace un llamamiento a los trabajadores más conscientes del estado español, y que se reivindiquen como comunistas, a unirse y fortalecer las filas del PCOE.

¡ABAJO EL CAPITALISMO Y SU ESTADO!

¡POR EL SOCIALISMO, FORTALEZCAMOS EL PCOE, CONSTRUYAMOS PODER POPULAR, CONSTRUYAMOS FRENTE ÚNICO DEL PUEBLO!

COMITÉ EJECUTIVO DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)

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